lunes, 31 de mayo de 2010

9. Conclusión.

Después de todo este tiempo estudiando y trabajando este tema hemos llegado a la conclusión de que durante ese tiempo la vida para los más pobres, o no tan pobres, era durísima, no solo por la falta de alimentos sino por el comportamiento de los guardias civiles, las obligaciones impuestas por Franco y otras cosas que no hemos estudiado aquí.

sábado, 29 de mayo de 2010

1. Introducción

En este blog vamos a hablar de la situación laboral entre los años 40 y 70. En estos tiempos había en España una dictadura militar, ejercida por el general Francisco Franco. Este régimen dictatorial, el franquismo, surgió durante la Guerra Civil, entre 1936 y 1939, y duró hasta la muerte del general, en 1975.

Nos hemos centrado en el trabajo durante el franquismo: en qué condiciones vivía el proletariado, las condiciones y las relaciones laborales, las huelgas, el trabajo de las mujeres, y también tenemos un apartado sobre la emigración. Además, también hemos hecho dos entrevistas, en las que nos cuentan cómo era la vida que llevaban en sus pueblos respectivos, por qué emigraron a la provincia de Castellón…entre otras cosas.

Al principio nos costó encontrar la información, pero al final hemos acabado con bastante. También queríamos añadir algún punto sobre la explotación infantil, pero como no encontrábamos suficiente información, no lo hemos puesto.
También hemos subido algunas fotos y videos de canciones que cantaban las mujeres mientras trabajaban, que nos ayudan un poco a ver cómo era la vida de la gente.

lunes, 17 de mayo de 2010

7.5. La protección de los emigrados.

Por otra parte, a partir de la Constitución española de 1978 que responsabiliza al Estado de velar especialmente «por la salvaguardia de los derechos económicos y sociales de los trabajadores españoles en el extranjero» y de «orientar su política hacia su retorno» (artículo 42), se establecieron diversos mecanismos de protección social de los emigrados y refugiados: convenios bilaterales de Seguridad Social con los países iberoamericanos, asistencia sanitaria, programas de vacaciones del Inserso, pensiones asistenciales, pensiones e indemnizaciones derivadas de la Guerra Civil, o en favor de quienes sufrieron prisión durante el franquismo por actuaciones de intencionalidad política, programas de apoyo a los retornados... Todo un racimo de actuaciones con las que el régimen democrático, a pesar de los recursos siempre limitados, ha afrontado la deuda histórica que la sociedad española tiene contraída con sus emigrados y exiliados.

El fenómeno migratorio sigue siendo en España, por activa o por pasiva, una cuestión de permanente actualidad. Actualidad siempre dramática y a veces trágica, como nos lo recuerdan con demasiada frecuencia los emigrantes africanos que pierden su vida al cruzar el Estrecho en frágiles «pateras».

Afortunadamente han cambiado la mentalidad y las actitudes de los Gobiernos europeos y de los organismos internacionales ante los emigrados, aunque en la práctica los Gobiernos no siempre sean consecuentes con los principios que dicen profesar y con las normas internacionales vigentes.

Cuatro organismos internacionales se ocupan desde hace años de la protección de los derechos de los emigrados y de los refugiados: el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y el Consejo de Europa cuyo Convenio Europeo de Derechos Humanos protege a toda persona que se encuentre bajo la jurisdicción de los Estados firmantes, sean o no ciudadanos del Estado en que se produzca una violación.

Esos organismos y la normativa internacional ofrecen a los emigrados y a los refugiados, en cualquier caso, unos cauces de defensa a través de los que pueden exigir ser tratados como seres humanos y no como simple mano de obra o como sujetos sospechosos.

7.4. El difícil retorno. Los que se quedan.

En las emigraciones de comienzos de este siglo, los españoles que se iban a América lo hacían con la intención de establecerse allí indefinidamente o con la idea de volver triunfantes, al cabo de muchos años. Los emigrantes de los años 60 a Europa veían en cambio la emigración como un remedio inmediato a sus problemas económicos y laborales que esperaban dejar solucionados en pocos años mediante el ahorro que les permitiría comprar el piso que anhelaban o establecer el pequeño negocio que les diera para vivir.

El retorno ha sido, y lo sigue siendo, la más profunda aspiración de los emigrados a Europa. Para hacerlo pronto posible ahorrarán hasta límites inverosímiles.

Hablar de ahorro emigrante es hablar de una voluntad férrea que impone unos modos de vida de austeridad impresionante. Comprendiendo que a mayores restricciones de gastos, a mayores privaciones, el nivel de ahorro sube y el periodo de permanencia baja; separaciones familiares durísimas- mujer e hijos a los que se ve solamente una vez al año- vivienda forzosa o voluntariamente reducidas a niveles ínfimos, por no decir infrahumanos, régimen alimenticio frugal, rozando el mínimo de calorías para hacer frente a la fatiga y al clima, ausencia de consumo y caprichos –tabaco, alcohol, bebidas, cine, etc.

La dura realidad terminaba imponiendo a la mayoría de los emigrados el permanecer más tiempo del que inicialmente pensaban. Porque se producía un desajuste entre lo que pensaban ahorrar y lo que realmente podían ahorrar. O porque una vez ahorrado lo necesario para comprar un piso en España, se daban cuenta de que con sólo resolver el problema de la vivienda, no por ello ya podían retornar. Necesitaban también encontrar un trabajo o poder montar un pequeño negocio (una tienda, un taller, un taxi, un bar, un terreno, comprar ganado...). Incluso ocurría que algunos que retornaban, al cabo de poco tiempo tenían que volver a la emigración renunciando por otra temporada a su más íntimo anhelo.

La decisión de regresar a España se manifestaba con más constancia en los emigrantes que residían en Alemania y Suiza, donde la integración y el conocimiento del idioma presenta mayores dificultades. Los emigrados que expresaban menos deseos de regresar eran los que residían en Francia. La viabilidad del retorno dependerá siempre de la unidad familiar, de la actitud de los hijos, la segunda generación, por lo común más integrada en el país de acogida, y, desde luego, dependerá de las posibilidades reales de encontrar un trabajo en España.
A partir del año 1974 y hasta 1980 la crisis derivada del encarecimiento del petróleo redujo progresivamente las salidas y alentó los retornos de emigrantes que de nuevo se incrementarían a finales de los 80 hasta el momento actual.

A finales de 1993, la población española que vive en Europa ascendía a 551.451 personas, de las que 430.000 residen en países de la Unión Europea. Estos emigrados no responden ya, en su inmensa mayoría, a la vieja imagen del emigrante esperando el tren o el barco junto a una vieja maleta atada con cuerdas.

7.3. Explotados y discriminados.

Los propios emigrantes eran conscientes de la explotación a que eran sometidos. En una mesa redonda publicada en 1974 en el ya citado número extraordinario de Cuadernos para el Diálogo, celebrada en Bruselas, en la que participaron emigrados españoles llegados allí desde Alemania, Francia, Suiza, Gran Bretaña y Holanda, los participantes se refirieron en términos muy críticos a su situación.

Carlos Pardo, periodista emigrado a Alemania denunciaba en dicha mesa redonda que las autoridades españolas responsables de la emigración no informaban o informaban mal de las condiciones en que se hallarían los emigrados.

Además de estas deficiencias informativas ocurría entonces que el régimen político español, la dictadura del general Franco y la Administración española, eran mal vistas por las democracias europeas lo que impedía la conclusión de acuerdos internacionales que garantizasen un nivel razonable de protección a los emigrantes. El emigrante español sumaba a su dura condición, la de ser miembro de un país desprestigiado, lo que le suponía una mayor desprotección.

7.2. Quiénes emigraron y donde.


¿Quiénes eran esos miles y miles de españoles que llegaban desorientados a las estaciones centroeuropeas enfrentándose a un destino que desconocían por más que pudieran tener alguna que otra referencia de algún familiar o amigo que les había precedido?




Salida de emigrantes a Belgica.

Eran trabajadores poco cualificados, de la construcción, de la industria o los servicios en pequeñas empresas o negocios familiares, o trabajadores del campo. Gentes por lo común de bajo nivel cultural, a veces, analfabetos de deficiente formación profesional. Por lo general eran gente joven -pocos niños y ancianos, si bien progresivamente al emigrante aislado le fue acompañando toda la familia-, predominio de hombres con buena capacidad potencial de trabajo ya que se decidían a emigrar los más capaces e inquietos. El número de mujeres emigradas en la década de los sesenta no alcanza a ser el 20 por ciento, lo que contrasta con la emigración española transoceánica de comienzos de siglo que fue esencialmente familiar (43,5 por ciento de mujeres). En no pocos casos se trataba de emigrados en «segunda instancia»: no era raro que andaluces, extremeños o campesinos castellanos que habían emigrado primero a Madrid, Bilbao o Barcelona, dieran más tarde el salto a Europa.

Las razones que les llevaban a la emigración eran el paro o la inseguridad en el empleo, o la precariedad derivada de un salario insuficiente o de trabajos estacionales en el campo, situaciones en las que no podían sacar adelante a sus familias. «La emigración era la única salida que prácticamente tenía el trabajador, el obrero, para poder mantener a su familia. Yo he visto llorar a un hombre a la hora del reconocimiento médico porque le dijeron que no podía emigrar porque tenía algo en los riñones», testimonia Ramón Rodríguez, emigrado a Alemania.

¿De qué regiones procedían los emigrados y a qué países se dirigían? Las grandes zonas migratorias eran Andalucía-Extremadura y Galicia-Asturias. Le seguían Castilla y León, Aragón y Castilla-La Mancha. A Francia se dirigieron el 48 por 100 del total de la emigración; a Alemania el 19 por 100; a Suiza, el 16 por 100; a Bélgica el 6 por 100; a Holanda el 6 por 100 y al Reino Unido el 5 por 100.

Los emigrados a Suiza y al Reino Unido procedían en mayor proporción de Galicia. La emigración a Alemania se nutrió fundamentalmente de extremeños y andaluces. Los que se establecieron en Bélgica procedían sobre todo de Asturias. En Francia se instalaron emigrantes procedentes de una mayor variedad de regiones.

7.1. La década de los 60: dos millones de emigrados.


Cuando la década de los 50 avanzaba, la situación de España contrastaba fuertemente con la de los países industrializados de Europa: Alemania, Francia, Bélgica, Reino Unido, Suiza, Holanda.




Trabajadores españoles con sus modestos equipajes, integrantes de una expedición oficial, agrupados en el andén de la estación.


La historia económica de la posguerra española ofrecía, a grandes rasgos, las siguientes características: política de autarquía forzosa como consecuencia del bloqueo y del aislamiento internacional; escasez generalizada y hambres en sectores de la población paliadas gracias a las importaciones de trigo y carnes de la Argentina de Perón; ritmo de crecimiento económico muy bajo debido a que la producción del país era eminentemente agrícola y la industrialización se producía de manera muy lenta por la escasez de capital financiero y por las insuficiencias infraestructurales (carreteras, ferrocarriles, comunicaciones); a su vez, en esos años las tasas de crecimiento demográfico iban por delante de las tasas de crecimiento económico. En pocos años se pasó de los 28 millones de habitantes a los 31.

En esa década de los 50 se produjo un espectacular trasvase de trabajadores del campo que se trasladaron a las ciudades con sus familias. Más de dos millones de personas -concretamente 2.720.988, según datos oficiales estadísticos de la época- se trasladaron a las ciudades para asentarse en ellas no siempre en condiciones mínimamente dignas. Aquellas migraciones internas, espontáneas y caóticas, sembraron las afueras de muchas ciudades de chabolas, viviendas hacinadas, subarriendos y paro.

Fue una época dura y triste que empujó a muchos a buscar mejores condiciones de vida en la emigración a Europa.

Este movimiento migratorio empujó más allá de los Pirineos a una masa de población que oscila entre el millón y medio y los dos millones de españoles que se asentaron en varios países europeos.

En los países industrializados de Europa, la coyuntura era, por el contrario, muy otra. Al término de la Segunda Guerra Mundial habían tenido que hacer frente con un enorme esfuerzo a las destrucciones de ciudades y de industrias. Los créditos del Plan Marshall y la buena capacidad organizativa de estos países -especialmente de la República Federal de Alemania- hizo que al cabo de diez o quince años ya hubieran recuperado el pulso de sus economías hasta el punto de sentir la necesidad de recurrir a mano de obra extranjera para proseguir su desarrollo. Téngase en cuenta que las bajas padecidas en la guerra habían disminuido notablemente su población activa.

De modo que en esos años mientras que en España la endeble capacidad productiva arrojaba al paro a una parte de la población, en los citados países europeos se buscaba mano de obra que les permitiera seguir su alto ritmo de desarrollo, así que, dicho sea en términos populares, se unió el hambre con las ganas de comer; «hambre» de mano de obra, y las «ganas de comer» de los pueblos del sur de Europa, estancados económicamente: españoles, italianos, portugueses, griegos y turcos.

Las nuevas tecnologías y las técnicas de racionalización productiva incrementaban la rentabilidad de las empresas y provocaron lo que se llamó el boom europeo. En la República Federal de Alemania el despegue fue tan espectacular que se le llamó el «milagro alemán».
Europa entraba en una era de abundancia y de prosperidad mientras que los países mediterráneos vivían años de escasez y de pobreza. Esa tensión geoeconómica alumbró los movimientos migratorios de estos países. Por lo que se refiere a España, provocó el flujo migratorio más importante del siglo. El sector más modesto de la clase trabajadora española fue empujado por «las leyes del mercado» a cruzar los Pirineos en una incierta aventura que en muchos casos resultaría más beneficiosa para la nación de destino y para la nación de origen que para el propio emigrado.

La necesidad de emigrar, sentida por los trabajadores beneficiaba obviamente al Estado, lo que transformó las opiniones y actitudes ante el hecho migratorio. Durante el siglo XIX la emigración había sido considerada un azote para la nación, por lo que suponía de pérdida de brazos, de inteligencias y de esfuerzos provechosos para la patria. Esta opinión quedó reflejada en documentos de la época. Por ejemplo, en el Real Decreto de 18 de julio de 1891 del Ministerio de Fomento que creaba una Comisión para estudiar los medios para contener la emigración. Ya entonces se era consciente de que la emigración acarrea un sinfín de calamidades al emigrante.
El régimen franquista consideró la emigración como una válvula de seguridad ante las tensiones sociales provocadas por el paro, las huelgas y los masivos desplazamientos de las poblaciones rurales empobrecidas hacia las grandes ciudades.

El hecho es que, estimulados por la necesidad de huir del paro o de un trabajo precario y unas condiciones de vida muy deficientes, y fomentado desde las instancias oficiales, entre 1960 y 1973 emigraron a Europa unos dos millones de españoles atraídos por los mejores niveles salariales europeos.

Nuestros emigrantes a Europa apuntalaron de manera importante la economía española con sus remesas de divisas, hasta el punto de constituirse en el segundo capítulo en cuanto a ingresos de divisas de la balanza de pagos. El primer capítulo lo proporcionaba ya en aquellos años el turismo.

España ingresó a lo largo de los 60 cerca de tres mil millones de dólares procedentes de los ahorros de los emigrantes. Este fenómeno produjo un impresionante aumento de los capitales y de la capacidad financiera de las cajas de ahorro y de algunos bancos.

7. La emigración económica a Europa


En esta parte del trabajo vamos a estudiar la emigración a europa durante la epoca del franquismo.







Emigrantes españoles a punto de subir al tren.

jueves, 6 de mayo de 2010

6. El trabajo de la mujer en el franquismo.

Durante la dictadura franquista, la mujer dejó de tener los derechos que la Constitución de 1931 le había otorgado, como la igualdad con respecto al hombre y el derecho a voto. Con el Régimen, la mujer pasó a asumir el papel de madre y esposa.

Además, las mujeres casadas no tenían el acceso al mercado laboral. Con el Fuero del Trabajo promulgado en 1938, el Estado reguló el trabajo a domicilio, sólo podían trabajar las mujeres solteras o viudas, además, si se casaban, debían firmar su despido voluntario un mes antes del enlace, según lo dictaba la Ley de Reglamentaciones Laborales de 1942, y para acceder a él, dos años después, la Ley de Contratos de Trabajo decía que debían contar con la autorización del marido. Además los sueldos eran más bajos.

Sacar adelante el hogar era difícil y, aunque existía la cartilla de racionamiento, para los productos de consumo básico, el hambre seguía apretando, no era suficiente la cantidad que recibían para alimentar a toda la familia y muchas recurrieron al estraperlo, cambiando productos, manufacturados por ellas mismas, por alimentos. El estraperlo estaba considerado un delito y acarreaba penas de cárcel y multas.

La revista de la Sección Femenina, enseñaba a las mujeres a comportarse, siempre supeditadas al hombre, sin derechos, sin opiniones, solo sumisión. Por supuesto que el adulterio estaba castigado por el Código Penal.

En 1937 se creó el Servicio Social de la Mujer, liderado por Mercedes Sanz Bachiller y Javier Martínez de Bedoya, para conseguir mano de obra femenina gratuita, y era obligatoria para mujeres de edades comprendidas entre los 17 y los 35 años de edad, eso sí, que estuvieran solteras, y trabajarían en hospitales, comedores…
En 1941 se creó el Patronato de Protección de la Mujer, las mujeres de clase media y alta trabajaban en la Acción Católica, asistiendo a los desfavorecidos de la clase obrera, y visitando a los vencidos en la guerra. La situación laboral de la mujer mejoró en 1959 con el Plan de Estabilización, en 1961 con la Ley sobre Derechos Políticos, profesionales y Laborales de la Mujer, que acababa con la discriminación salarial y de acceso al trabajo, aunque continuaba en vigor la necesidad de la autorización del marido. Esta obligación se mantuvo hasta 1976, cuando entró en vigor la Ley de Relaciones Laborales. También fue importante en 1963 el Plan de Desarrollo, ya que se necesitaba más mano de obra y se recurrió a la mujer para ello.
En 1973, como preparación al Año Internacional de la Mujer 1975 llegó la excepción discriminatoria, el gobierno dio el cargo de jefas locales de movimiento (actual alcaldesas) a 7 mujeres, las primeras y únicas alcaldesas de la dictadura.

Cuando las mujeres hacían el trabajo de casa cantaban coplas.
Hay una cantante, Diana Navarro, que no a querido que esas coplas se perdieran y las a recopilado en su nuevo disco Camino Verde. Algunas de las canciones son:Camino verde, Maria de la O, El tran tran...

Campanera

8. Entrevistas

Celedonio Rueda Ochaita (3.03.1936, Gárgoles de abajo, Guadalajara).

1. Situación en Gargoles de abajo.

La vida en el pueblo era rural, con escasez de recursos, falta de alimento… Se alimentaban con los productos que obtenían con las cartillas de racionamiento, aunque gracias a los productos que obtenían de su huerta y campos no se llegó a pasar hambre. Los productos que conseguían tenían que esconderlas para que no se los decomisaran, así, por ejemplo, el aceite que obtenían de sus olivos tenían que esconderlo en la cuadra donde guardaban los cerdos para que no fuera encontrado por la guardia civil: de la misma forma que acudían a deshoras, sobre todo por la noche para moler el trigo de sus cosechas y no ser vistos.
En el ámbito religioso, los obligaban a ir a misa los domingos. De no hacerlo la Guardia Civil te denunciaba e incluso llegaba a agredirte. El cura llevaba una lista donde apuntaba los nombres de los que faltaban. Celedonio Rueda presenció una paliza que le dieron a un hombre por no ir a misa. Después de la salida de misa, estaba obligado a ir a un lugar del pueblo (las eras) donde cantabas "El cara al Sol".

El pueblo tenía unos 200-300 habitantes, que no tenían lugar a donde ir para divertirse. Los domingos se hacia un baile donde las chicas estaban vigiladas por sus madres. La orquesta, si es que se le puede llamar así, era un violín o una guitarra…

Además, la Guardia Civil abusaba de su poder sobre el pueblo.

2. ¿Por qué saliste del pueblo?

Por la escasez de medios salió del pueblo hacia la ciudad para conseguir una vida mejor. Fue a parar a Burriana

3. ¿Por qué Burriana y no otro lugar?

Fue casualidad de la vida. Tenía permiso en la mili, la cual hizo en Zaragoza, y se vino Burriana a visitar a una tía. Al acabar el permiso regresó al servicio militar, y una vez acabado éste volvió a su pueblo.
Ya en el pueblo, recibió una carta donde decía que tenía una plaza de conserje en el colegio Salesianos (Burriana) y vino a vivir a Burriana.

4. Situacón en Burriana.

Al querer casarse tuvo que dejar el trabajo porque no querian casados trabajando de conserjes en el colegio, asi que empezó a ir por las noches a una panaderia para aprender el oficio. También trabajó en una papelera y por las mañanas iba a la obra. Acabó buscándose la vida para subsistir y sacar adelante a sus hijos.
Aunque la vida le fue dura, en Burriana era muy diferente al pueblo porque habia más trabajo y más lugares donde ir a divertirse (cines, teatros...).


José Romero Mateo (15.05.1938, Alameda, Málaga)

1. Infancia y juventud en su pueblo natal.
Vivió en el pueblo hasta los 25 años de edad. Recuerda que el hambre llegó a mediados de los años 40; en los 50 escaseaba el pan, y los alimentos estaban racionados.
Los salarios eran muy bajos, sirva como ejemplo que hacia el año 45 y 46 se cobraba unas cinco pesetas diarias, y una hogaza de pan de kilo costaba 5'50 ptas. El racionamiento incluía únicamente una rebanada de pan por persona y día.
Todo el trabajo se realizaba en el campo, sobre todo en la aceituna y los cereales.
Existía un organismo denominado Fiscalía de Tasas que requisaba los cereales a cambio de un pago en metálico que apenas llegaba para adquirir otros alimentos.
Alameda perteneció al bando nacional durante la guerra civil. Todo comunista o republicano tuvo que abandonar el pueblo por la represión que se ejerció contra ellos.
Era obligado acudir a la iglesia en la década de los 50.
Los niños cantaba el "cara al sol" en la escuela, con la boina roja.
No tuvo acceso a la escuela porque sólo podían acudir gente que tenía un nivel económico medio-alto.
La diversión en el pueblo era escasa, solamente había baile o cine improvisados.

2. Por qué emigró.
Se casó el 10 de agosto del año 63, y muy poco despúés se trasladó hasta Vall D'Uxó, adonde habían acudido los padres de su mujer atraídos por una oferta de trabajo para la fábrica Segarra, ya que esta empresa reclamaba mano de obra para sus grandes instalaciones. Ganaba en el pueblo antes de marcharse unas 93 pesetas diarias, mientras que en la Vall superaba las 100.
Aunque aún así le fue insuficiente para mantener a sus recién nacidas, mellizas, dado que el seguro agrícola con el que se vino del pueblo no le cubría las medicinas y cuidados para sus bebés. Fue entonces cuando decidió emigrar a Alemania, donde ganaría bastante más dinero.
Mientras que en la Vall venía a ganar 3000 ptas. al mes, en Alemania venía saliendo por unas 18000, aunque la jornada era de doce horas diarias en una fundición metalúrgica; tenía pagada la residencia, y sólo se costeaba la manutención. Pasó un año en ese país, y mientras tanto no vio ni una sola vez a la familia. En Alemania la vida era austera, y carente de ocio, y la finalidad última era ahorrar el máximo posible.
A su regreso de Alemania se vino con 180000 ptas.
Ya en Vall D'Uxó se ocupó en dos trabajos, y venía ganando 400 pesetas más.
En el año 68 entró a trabajar en la multinacional Ferro Enamel Ibérica, permaneciendo allí hasta su jubilación.

jueves, 11 de marzo de 2010

4. La disminución de los salarios reales.

Las condiciones de vida en la zona republicana eran muy malas, las zonas productoras de alimentos estaban en manos de los insurrectos, y había mucha hambre en las zonas urbanas.

En 1939 había bajos salarios, escasez generalizada de productos de primera necesidad –en particular de alimentos-, el mercado negro, y el empeoramiento de los problemas relacionados con la salud y la vivienda hizo mucho más dura la vida cotidiana de la mayor parte de la población.
Las autoridades franquistas querían que los salarios nominales recuperaran el valor que tenían en 1936, aunque no pudieran forzar la disminución de los precios. Esto produjo una caída entre el 25 y el 30% del poder adquisitivo.

Desde 1939 y hasta 1951 los salarios crecieron lentamente, pero siempre por debajo de los precios. El año 1951 los salarios de los trabajadores masculinos de las industrias textiles, metalúrgicas y de la construcción se habían multiplicado por 2,7 en relación a 1939.

En la Compañía de Tranvias de Barcelona entre 1939-1951 los salarios nominales se
multiplicaron realmente por 3,3, y en la gran empresa textil España Industrial por
3,6.

Los salarios reales se situaron a lo largo de los años cuarenta muy por debajo del nivel de preguerra.
Al final de la década el poder adquisitivo de los salarios se situaba en torno al 65% en 1936, teniendo en cuenta que las fluctuaciones habían sido muy intensas a lo largo de la década, especialmente a la baja, que para 1942 el porcentaje del 28% respecto 1936.
Muestran una continuada caída de los salarios reales, que se situaban en 1950 en torno al 50% de los existentes en 1936 pero, más altos en años anteriores.

El Consejo Económico Nacional Higinio Paris Eguilaz declaraba que “se puede afirmar con seguridad que el índice de nivel de vida de obreros, empleados, funcionarios y asalariados en general, es inferior a 70 y puede considerarse como optimista una cifra entre 50 y 60 siendo 100 la anterior al Movimiento”, y comportaba el 80% de la población.
El otro 20 por ciento está formado por propietarios agrícolas, industriales y financieros y negociantes. Los propietarios no han sido afectados por la disminución del nivel de vida.

A finales de la década, la gran masa de nuestros productores, es aproximadamente de 17,179 Ptas., con un aumento del 100%.

viernes, 5 de marzo de 2010

5.3 Conflictividad social. Huelgas.

Durante el franquismo, a causa de su naturaleza autoritaria, la existencia del conflicto fue negada y sus manifestaciones reprimidas. Pero ello no impidió su existencia, que llegó a ser reconocida por las propias autoridades ante la evidencia de los hechos. El conflicto fue de naturaleza política, aunque las causas inmediatas del mismo no lo hiciesen parecer así. Las acciones colectivas no tuvieron como causa inmediata demandas políticas, pero sí tuvieron consecuencias de este tipo y en dicho sentido lo entendieron los gobernantes: “ Un conflicto laboral es siempre un problema político y de orden público. ” (MINISTERIO DE TRABAJO : 2)
Los conflictos tienen sus inductores en los partidos y las organizaciones sociales. A pesar de que los participantes en los conflictos no se encuentran vinculados orgánicamente a dichos inductores, sí se suman a las convocatorias que éstos realizan y participan en ellas.
La conflictividad desde los años sesenta tuvo una cuádruple manifestación: laboral, regional, estudiantil y eclesiástica.
La conflictividad social presentaba las siguientes características:
1. Continuidad en las movilizaciones y conversión de cualquier acto público en tribuna de expresión de la oposición.
2. Extensión a sectores de la población que habían venido manteniéndose hasta entonces al margen (la banca , la sanidad...)
3. La intensificación de la represión, pese a ciertos cambios habidos que no impidieron las condenas a muerte y las ejecuciones...
4. La utilización del terrorismo como medio de realizar oposición.

Las huelgas son la manifestación por excelencia del conflicto social en las sociedades industriales avanzadas. Tras la Guerra Civil, la huelga fue calificada como delito.
Durante la década de los cincuenta se asistió a una recuperación de la movilización obrera, que se desarrolla en el campo reivindicativo.


En 1951 la primera huelga general paraliza Barcelona.


Desde comienzos de la década de los sesenta y hasta 1975 se produjo un alza en la conflictividad laboral, con diversas oscilaciones en función de la negociación colectiva y de los efectos de la represión. Las huelgas desde la década de los sesenta, e incluso en la anterior, tienen unos nuevos protagonistas, trabajadores cualificados del metal y de las industrias manufactureras, es decir, la nueva clase obrera. Este cambio responde a la transformación económica y social, como a la nueva composición de la clase obrera que abandona las tradiciones del pasado y adquiere en los centros de trabajo, va olvidando los planteamientos de la revolución social.

Los sectores más conflictivos entre 1963 y 1974 fueron la siderurgia y la metalurgia, la minería y la construcción. El tamaño de las empresas influyó decisivamente a la hora de que se produjeran o no huelgas. En dichas empresas se daban dos condiciones que facilitaban la protesta: la existencia de un convenio colectivo y un jurado de empresa en el que era habitual la presencia de militantes de la oposición. También se producen conflictos significativos en otras provincias que si bien no tenían tradición de lucha obrera, había desarrollado una cierta industrialización.


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5.2 La negociación colectiva

La aprobación de la Ley de Convenios Colectivos Sindicales implicó un paso limitado en la autonomía de las partes. La intervención más evidente en el proceso de negociación colectiva vino constituida por la posibilidad de dictar normas de obligado cumplimiento en el caso de que empresarios y trabajadores no concluyeran su negociación en acuerdo. La intervención del Ministerio de Trabajo se sitúa primordialmente en la línea de tratar de mantener la paz laboral. También se interviene en el caso del conflicto entre los Ministerios económicos, de Trabajo y la OSE. La negociación colectiva comenzó en 1958 pero no será hasta 1962 cuando adquiera importancia. A partir de 1965 la cifra de convenios renegociados supera a la de los primeros convenios, y hasta 1968 el ritmo negociador va en aumento.

Durante 1969 se reanudó la negociación colectiva. La negociación colectiva, que fue necesaria para poder llevar a cabo el desarrollo económico, tuvo así un efecto pernicioso para el régimen, pues creó las condiciones para el aumento de las huelgas y facilitó la organización de los trabajadores, los cuales utilizaron los medios legales existentes (Comisiones Obreras) para reforzar su posición.

jueves, 4 de marzo de 2010

5.1. Las relaciones laborales.

Después de la Guerra Civil, el Nuevo Estado estableció un sistema de relaciones laborales donde primaba el monopolio estatal en las condiciones de trabajo. En los primeros años de la dictadura se optó por una relación de trabajo en la que el igualitarismo del acuerdo del contrato se sustituyó por una inserción jerarquizada del individuo en la empresa.

La imposición de una concepción armónica de las relaciones laborales era incompatible con la realidad social y económica del país. Se dieron dos soluciones: por un lado, el monopolio del Estado en la fijación de las relaciones y reglamentaciones de trabajo; y por otro, la creación de la Organización Sindical.

Durante el franquismo, los rasgos distintivos del modelo sindical y de las relaciones laborales vienen marcados por la obligatoriedad de la sindicación, la existencia de una única central sindical que se convierte en oficial, lo que lleva a una sumisión del Estado y a vincular sus objetivos a éste, a la vez que se limitan sus medios de acción al tener prohibido el recurso a la huelga, declarada delito penal o de orden público.
Esto sólo se puede llevar a cabo dentro de unas estructuras políticas de carácter autoritario que canalizan las demandas a través de una relación desigual e individual, impidiendo toda forma de conflicto colectivo.

Hasta 1958 las relaciones laborales estuvieron extremadamente condicionadas por el modelo citado, junto a la represión, para impedir el conflicto social, que si bien nunca desapareció. Pero la necesidad de variar la política económica, así como el resurgir de la oposición obrera llevaron al establecimiento de una mayor autonomía de empresarios y trabajadores a la hora de fijar las condiciones laborales.

5. Relaciones laborales y conflictividad social.

3. Condiciones de trabajo en la época franquista

La instauración del régimen franquista comporto un empeoramiento extraordinario de la vida cotidiana de los asalariados, que se concretaba tanto en una nuevas condiciones laborales como en la disminución del poder adquisitivo en un marco de escasez generalizada.






Fabrica de costura.



La dictadura franquista significó un empeoramiento radical de las condiciones laborales, porque el Nuevo Estado, había organizado y representado los
intereses obreros, implantó una nuevas normas que aseguraban la subordinación de los trabajadores y la imposibilidad de defender sus intereses colectivos.

Mediante la legislación laboral y la Organización Sindical Española –OSE-, la
dictadura aseguró la subordinación y el control de los trabajadores: la Ley de Reglamentaciones de Trabajo, sustituía la ley republicana de jurados mixtos y estableció que la fijación de las condiciones de trabajo era “función privativa del Estado que se ejercitará sin delegación posible, por el Departamento ministerial de Trabajo”. Las reglamentaciones de trabajo regulaban las condiciones básicas de las relaciones entre empresarios y trabajadores, y eran consideradas como la expresión legal de la concepción nacional-sindicalista de la empresa, según la cual “es imposible reconocer la existencia de intereses antagónicos entre los elementos que la componen”.

Negaba a los trabajadores la capacidad de negociación de sus intereses individuales y colectivos.

La afiliación a la OSE se hizo obligatoria en 1942, pero los trabajadores carecieron de cualquier posibilidad de participación hasta 1944, cuando se creó la figura de “enlace sindical” que tenía como cometido colaborar en la buena marcha de la empresa.

Además, las condiciones de trabajo también se vieron afectadas por la aplicación de numerosas leyes y decretos que redundaban en el control y disciplinamiento obrero.

Un decreto ley de 5 de diciembre de 1936 abría el proceso de depuración
en la Administración y disponía “la separación definitiva del servicio de toda clase de empleados".















Decadero de tabaco.



En mayo de 1938, el Ministerio de Organización y Acción Sindical estableció que las empresas contaban con tres meses para comunicar a la Delegación Provincial de
Trabajo respectiva el nombre de los trabajadores sancionables, relación a partir de la cual la Delegación Provincial dictaría resolución con carácter inapelable. Tras escuchar nuevamente al empresario, el Delegado de Trabajo lo resolvía definitivamente.

En las empresas privadas de la industria y de los servicios, el proceso de depuración fue desigual.

Ser considerado desafecto al Nuevo Estado era motivo de despido.
El proceso depurador afectó, en buena medida, a muchos trabajadores sin relevancia política.

La legislación laboral puso especial énfasis en la disciplina obrera y la subordinación al patrón.

Los reglamentos de régimen interior –que adaptaban a cada empresa las reglamentaciones de trabajo de ámbito nacional- impusieron una disciplina cuartelaria que pretendía borrar cualquier tipo de resistencia al autoritarismo y la arbitrariedad.

El reglamento de talleres de modestería de Barcelona señalaba que “se mantendrá en los talleres la más absoluta disciplina, obedeciendo el personal a su inmediato superior jerárquico. En ningún caso el operario podrá negarse a ejecutar la orden que hubiera recibido de su superior, sin perjuicio de reservarse el derecho de efectuar la oportuna reclamación o aclaración, si lo estimara conveniente”.

Retornó la jornada de 48 horas y la se anularon las mejoras de jornada que habían conseguido los asalariados en la etapa republicana. La jornada de 8 horas era la mínima, mientras que la ordinaria la superaba en 2 o 3 horas más de media.

Los empresarios no podían despedir trabajadores arguyendo causas económicas, pero sí utilizando argumentos de carácter político.
Desde los años cincuenta, fueron miles los trabajadores despedidos por participar en conflictos laborales.

En definitiva, era imprescindible la aniquilación de los sindicatos y la implantación de una legislación laboral que asegurara la subordinación obrera.

jueves, 11 de febrero de 2010

2. El proletariado en España.

El proletariado del franquismo es un proletariado rural y hambriento. Gracias al éxodo rural se convierte en un proletariado industrial. Después de la guerra el proletariado vuelve al campo ya que es donde se producen los alimentos, pero al no poseer tierras, trabajan como jornaleros para las grandes terratenientes.

Después del plan de estabilización de la economía española en 1959 el país empieza a industrializarse. El proletariado sale del campo i emigra a la ciudad, los pueblos se quedan con muy pocos habitantes.

El proletariado se concentra en las zonas industriales pero lo que más crece es la industria del turismo y el ocio, además del crecimiento de los funcionarios de la Administración pública.

"En 1960 el 39% de la población activa se dedicaba a la agricultura y la pesca, el 33% a la industria y el 28% al sector servicios. En 1975 sólo el 20% se dedicaba a la agricultura y la pesca, el 39% a la industria y el 41% a los servicios. ” (SANTANA :1)

Las condiciones en las que trabaja el proletariado, Fuero del Trabajo, de 1938, son miserables, pero el Estado asume la protección paternalista del trabajador, condena la huelga, por lo tanto se le priva de cualquier posibilidad de reivindicación delante de situaciones injustas. Las quejas deben encauzarse a través del partido, que está controlado por los patronos. “ Su lema es: Pan, Patria y Justicia. ”